LA MUJER Y EL TRABAJO EN MÉXICO
30.05.2015 15:41
LA MUJER Y EL TRABAJO EN MÉXICO
La marcada diferencia en la manera como las mujeres y los hombres hemos sido incorporados a la ciudadanía [léase: mercado de trabajo], es rara vez vista como significativa para la democracia"
Las investigaciones recientes sobre la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo ofrecen una serie de datos estadísticos que muestran, de manera cruda, la situación claramente desventajosa de las mujeres trabajadoras en el México actual.
Frente a la ilusión moderna de que el descenso demográfico y la salida del hogar pondrían término a la opresión femenina, la realidad que nos muestran las investigaciones de las últimas décadas sobre mujer y trabajo, tanto en el área rural como en la urbana, deja poco espacio para las esperanzas puestas en el desarrollo y la modernización como factores de cambio inmediato y positivo.
El problema del ingreso de la mujer en el mercado de trabajo, va más allá de cuestiones como la elección voluntaria e individual entre el "ocio" y el "beneficio", o de factores corno la capacitación y la educación. Algunos teóricos aducen que el "capital humano" femenino es bajo en comparación con el masculino, en cuanto a la inversión en escolaridad, capacitación y nivel de experiencia acumulado, como resultado de la permanencia sostenida en el mercado de trabajo. No obstante, estudios más cuidadosos, demuestran que la incorporación de las mujeres en dicho mercado no obedece exclusivamente a factores como una diferente productividad, ni tampoco solo a niveles de capacitación, sino que intervienen aspectos de otra índole, relacionados con factores de oferta y de demanda, que es conveniente conocer y ponderar.
La necesidad de estudios más precisos y mejor ajustados a las condiciones laborales reales de las mujeres, empieza a ser reconocido en el ámbito de las ciencias sociales en México. El interés por conocer la situación de las trabajadoras en los distintos sectores y ramas de la producción ha generado, en el campo de los estudios sociales, la búsqueda de mejores instrumentos de registro, medición y análisis de las múltiples tareas que las mujeres desempeñamos, las cuales se caracterizan por una enorme heterogeneidad regional, étnica, de clase y de género.
Las investigaciones más recientes en la materia demuestran de manera contundente, que la "invisibilidad" de las mujeres en la información sobre el mercado de trabajo, tanto en las zonas rurales como urbanas, ha dado lugar a enfoques sumamente parciales.
Trabajos como el de Sara Lara (1989), muestran la tendencia ascendente de la participación de la mano de obra femenina en el sector agrícola, industrial y de exportación. El crecimiento significativo de la mano de obra femenina asalariada en el medio rural latinoamericano, se acentuó en la década de los 80s respecto a los niveles observados en años anteriores. La autora menciona que la cifra calculada, por el Buró Internacional del Trabajo (BIT), de la participación de mujeres en plantaciones latinoamericanas, oscila entre un tercio o la mitad sobre el total de trabajadores, y que de esa cantidad, un 65% trabaja en forma temporal.
Algunos teóricos señalan a la crisis económica y el agravamiento de las necesidades de subsistencia, como la causa principal del incremento de la participación de la mano de obra femenina. Sin embargo, la mayoría de los especialistas considera que no se trata de un fenómeno marginal o que pueda explicarse simplemente como efecto de la pobreza.
Las investigaciones muestran la incidencia de diversos factores, relativos a la capacidad de absorción de la mano de obra femenina en la economía, y de ciertos patrones culturales de tipo tradicional, sumamente complejos, que se conectan con la estructura familiar, e intervienen en la decisión sobre quién y cuándo se incorpora al trabajo remunerado. A los factores mencionados, se agregan las estrategias de supervivencia (como el trabajo a domicilio) y los arreglos domésticos, entre otros. Pero importa subrayar el peso de un factor que permea el comportamiento de la oferta y la demanda de trabajo femenino: se trata, precisamente de la diferencia de género sexual.
En efecto, el problema de la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo es muy complejo, ya que no existe un mercado de trabajo neutro. Lo anterior, significa que hay un fenómeno de concentración de la mano de obra femenina en ciertos sectores y ramas de la producción, así como en ciertas profesiones. Esto no supone que exista una "división natural del trabajo", o bien que el trabajo reproductivo (doméstico y no retribuido) corresponda a las mujeres, en tanto que el productivo a los varones. Lo que intento destacar es, más bien, que se trata de las tendencias diferenciadas, que se han observado a partir de estudios empíricos, en el empleo femenino durante las últimas décadas en nuestro país. Dichas tendencias marcan lo que algunas investigaciones caracterizan como una "distribución del empleo, por géneros masculino/femenino, la cual entraña, por un lado, la presencia de ocupaciones y/o ramas de la producción catalogadas como 'masculina' o 'femenina', respectivamente. Este hecho se relaciona, a su vez, con los niveles salariales, al igual que con la posición o el estatus que ocupan las mujeres en el lugar de trabajo.
En otras palabras, los estudios de la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo en México demuestran la existencia de dos modalidades de segregación ocupacional por géneros: una horizontal, que atañe a la concentración de la fuerza de trabajo femenina en unas cuantas ocupaciones y profesiones, y otra vertical, que corresponde al lugar o la ubicación de las mujeres en las jerarquías establecidas, en los distintos centros de trabajo.
Varias investigaciones marcan la tendencia a la "feminización" de ciertos sectores económicos, como el de servicios - en especial salud, educación y el llamado sector informal.
Quizás uno de los indicadores más claros de la situación desventajosa de las mujeres en el plano laboral, en México, es el señalado por Jennifer Cooper: " en 1988 en el D.F., 25% de la PEA femenina, recibiría menos que el salario mínimo", en tanto que sólo un 10% de los hombres ocupados estaba en esa lamentable condición.
Fenómenos como la reciente "masculinización de la maquila", parecen explicables a partir del crecimiento del desempleo masculino y el consecuente aumento de oferta de mano de obra masculina, lo cual impacta sobre ramas de la producción que hasta ahora parecían "enclaves femeninos", como por ejemplo la maquila.
Paralelamente, se observa una mayor incorporación de mujeres en ramas de la producción tradicionalmente masculinas, como la industria automotriz. Cabe señalar que la proporción de mujeres incorporadas en la industria automotriz, respecto al total de obreros ocupados en esa misma industria, pasó del 1.7 en 1980, a 2.7 en 1989, según el censo industrial .
Otra tendencia registrada es la modificación en la edad de las mujeres, cada vez menos limitada por la variable estado civil. A pesar de esto último, los datos sobre los ingresos que obtienen las mujeres, no permiten una apreciación optimista de los cambios mencionados. Por citar un ejemplo, Francisco Zapata encuentra que, en una importante industria automotriz, dentro de los niveles de bajos salarios, los de las mujeres ocupan los índices inferiores.
Así mismo, varias investigaciones permiten constatar una relación entre la "femenización" y la caída de los niveles salariales.